El Primer Triunvirato llevaba adelante un gobierno que, desde que quedaba cada vez más claro que el rey Fernando VII
iba a volver al trono español, parecía dudar entre sostener la
independencia de las Provincias Unidas y regresar a la obediencia
colonial. La decisión de ordenar a Manuel Belgrano, comandante del Ejército del Norte, retroceder hasta Córdoba en caso de un ataque masivo del Ejército Real del Perú confirmaba la escasa energía que imprimía a sus acciones bélicas, ya que se abandonaba al enemigo toda la Intendencia de Salta del Tucumán.
Por otro lado, desde el 9 de marzo de 1812, con la llegada desde Europa de José de San Martín, Carlos María de Alvear y otros patriotas, el impulso revolucionario que animó a los hombres de Mayo se fortaleció. Ellos fundaron la Logia Lautaro,
organización secreta que guiaba el accionar de muchos porteños,
convencidos de la necesidad de dar un nuevo impulso a la Revolución. A
ella se unieron, además, varios grupos de descontentos con el régimen
del Triunvirato.
La noticia de la victoria patriota en la Batalla de Tucumán
convulsionó a Buenos Aires, en momentos en que una asamblea, elegida a
gusto del Triunvirato, nombraba a un nuevo triunviro; en cualquier caso,
la elección recaería sobre un hombre de confianza del ministro Bernardino Rivadavia,
que dirigía la política del Triunvirato. En respuesta, y antes de que
se confirmara la elección, estalló una sublevación militar.
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